Autor: Garcia Bel

Juan A. Roche sobre «DeMar» de Garcia Bel

De Mar. Sobre la exposición de Josep Antoni Garcia Bel

Juan A. Roche Cárcel, Profesor Titular de Sociología de la Cultura y de las Artes, Universidad de Alicante


El mar, cuna de mitos

La serie de cuatro dibujos esmaltados en papel (Sirena al Pacific, Posidóa la Mediterrània, Sirena al Mar del Nord y Tritóal Atlàntic) representan algunos de los mares del mundo -Atlántico, Pacífico, Mediterráneo y Mar del Norte- y a seres imaginarios míticos -Poseidón, Tritóno Las sirenas- que, aunque son originarios del Mediterráneo se extienden por todos esos mares. Los dibujos aludidos tienen en común que son paisajes marinos abstractos, llenos de sinuosas, dinámicas y acuosas líneas, manchas y texturas de puntos, mayoritariamente negras y con azules, si bien estas últimas se convierten en subsidiarias de aquéllas.

Como si en las límpidas aguas marinas, siempre en movimiento,se abrieran agujeros negros, misterios y abismos insondables y, en definitiva, como si estuvieran emponzoñadas de suciedad y de oscuridad (En su máxima extensión, la negrura inunda Posidò a la Mediterràniay, por tanto, el reino del dios de las profundidades).

El mar convertido en matadero de desesperados.

En el ensamblaje de hierro, plástico, cartón y pintura, Beach day, se muestran, arremolinados, agolpados y confundidos, objetos de playa -una pelota, ¿un flotador con forma de ave?, una pala para mover la arena..-, junto a nombres en árabe de personas, construidos en metal oxidado.

El contraste entre el día soleado de ocio y de disfrute del mar y el día nocturno en el que se juegan mortalmente la vida los que se atreven a embarcarse en él es llamativo y da que pensar. Pero, en todo caso, solo queda de ellos un nombre, raído por el paso del tiempo, sin que sepamos quiénes eran y sin que, quizás, nunca podamos llegar a saber quiénes fueron.   

El ensamblaje de hierro y cuerda, Horitzó, diseña un círculo de hierro, dividido justo a la mitad en dos partes por una cuerda que está rota y que solo termina conectada mediante dos filamentos de hierro en su parte central. El interior de ese círculo está mayoritariamente vacío, pero destacan en él 4 letras (arriba, a izquierda y derecha) N y E y (abajo, a izquierda y derecha) W y S. Además, en el semicírculo superior aparece el signo + y, en el inferior, el – y unos nueve “clavos” que subdividen el espacio en otras tantas partes.

Según me comenta Antoni, la obra remite a aquellas personas que se arriesgan adentrándose en el mar para buscar un horizonte de esperanza para sus vidas y que están a punto de perderlas en la travesía. Y es que el azar juega un importante papel, pues no se sabe si saldrán airosos de su aventura o no, si sumarán o restarán en el cuantioso conteo de víctimas o de afortunados que lograrán arribar a puerto seguro. La deriva incierta de su arriesgado viaje y lo perdidos que llegan a encontrarse en él se significa, igualmente, con las letras cambiadas de los puntos cardinales en relación con su posición real y con una especie de agujas de reloj/brújula dispuestas aleatoriamente en el círculo, como si no aseguraran el paso normal de las horas o de los días, como si no pudieran indicar acertadamente la ruta a seguir.

En la escultura de hierro TheColdStatistics, García Bel dispone, sobre una plataforma irregular, zigzagueante, de bordes sinuosos y rotos, con una lata oxidada encima, un número considerable de tubos de hierro, huecos por dentro, de diferentes alturas, grosores y anchuras. Además, están densamente apilados en vertical -algunos apoyados sobre los otros-, con apenas espacio libre entre ellos, y pintados de distintos tonos de azul, con síntomas de desgaste o erosión. De muchos de esos tubos, no de todos, adosados a sus cuerpos, salen unas pestañas triangulares o rectangulares.

Como el propio autor me ha indicado, los tubos son de fusiles y las pestañas conforman los puntos de mira de los mismos. Pero, para mí, junto a esta imagen, también puede encarnar los cuerpos de los pobres desamparados, de diferentes edades, tamaños y fortaleza, que se apilan en barcas de chatarra oxidada, sin apenas espacio para moverse. En coherencia con esta interpretación, la zigzagueante disposición de la plataforma donde están ubicados los tubos indicaría el lento recorrido que hace y que surca, débil y pesadamente, las poderosas aguas del mar. Mientras tanto, el color azul de los tubos señalaría que los protagonistas de la barca, ellos mismos son el mar y que serán, trágicamente, engullidos por él. En todo caso, alguien dispara, alguien es responsable y, a tenor del número de fusiles, somos muchos los cómplices que no queremos ver lo que está pasando.

Abisme es una escultura-pintura ensamblaje de caucho, madera y pintura y de forma rectangular. Observamos en ella una serie de tiras negras, entrelazadas y superpuestas caóticamente y formando una tupida tramacasi sin dejar espacios libres en la que hay inscrito un texto en alfabeto braille. Esas tiras, que son de caucho -con la marca Firestone visible-, están dispuestas sobre otras piezas de madera y, delante de todas ellas, vemos también las tres letras WAR, la primera de las cuales no sigue la misma dirección que las otras dos, como si se descolgara o como si se cayera.

El texto del braille es suficientemente explícito y conecta muy bien con todo lo que venimos explicando en este pequeño artículo acerca del mar y de lo que ocurre en él, según lo vislumbra Antoni Garcia Brel: Del abismo de tu odio/me nace la tempestad/Furia/líquidamente salada/para retornarte al origen./Ahora, por última vez/escucha mi nombre/mientras te abrazo/MAR.  En la guerra todo se fragmenta y se rompe, todo termina descolgado o caído y lo más negro se apropia del cielo o del aire, al igual que hemos visto que sucedía en el fondo del mar de los cuatro dibujos. El braille, por otra parte, lenguaje para invidentes, evidencia que estamos ciegos ante lo que está ocurriendo.

Gigante envenenado y estrangulado por la avaricia

En el ensamblaje de hierro, pasta aglutinante y pintura, Aral, se contempla un amasijo de objetos aplastados -un cubo-, de hilos y de cables, manchados de churretes de pintura.  Arriba de este revoltijo está la cara de Stalin, repintada de blancode tal manera que acentúa la calavera que está detrás de su rostro. A su lado, hay unas palabras en cirílico que quieren decir “progreso”, mientras que del rostro de Stalin surge una mancha blanca que cae hacia el amasijo de desechos, casi inundándolo, en la que está inscrita en cirílico la palabra “muerte”.

La obra, según manifiesta el artista, quiere ser una crítica a la destrucción y contaminación del Mar de Aral, prácticamente seco hoy, por parte del régimen de Stalin, quien autorizó el riego de campos de arroz y de algodón en virtud del “progreso”.

En la escultura de latas, pintura y espejo Senyals, vemos unas latas de conservas -atún, sardinas…-, cerradas y golpeadas, densamente apiladas, formando hileras verticales aisladas por lotes que están fuertemente encerrados en redes metálicas, sin posibilidad de romperse y de que se suelten las latas. Éstas, por otra parte, están ubicadas en una plataforma horizontal negra, con cristales que reflejan su imagen “aprisionada” y con billetes de 500 euros -los recientemente retirados del mercado por ser los más falsificados-.

Las latas se convierten, así, en la metáfora de la excesiva cantidad de peces que son capturados en redes y que no tienen ninguna posibilidad de escape. Por cierto, que en la escultura no aparecen peces reales, sino seres enlatados que no vemos y que, además, están empaquetados como si fueran a venderse en el supermercado, de manera que su consumo -al igual que los billetes falseados- se ha extendido y artificializado. Por otro lado, al ser apiladas las latas verticalmente, formando una especie de arquitecturas, quizás se convierten en “señales” de los edificios donde se consumen estos pescados, y en los que no se ve el mar ni sus habitantes. De ahí que el artista coloque espejos debajo de su escultura, a modo de recuerdo, de necesidad de tomar conciencia de lo que está pasando. Y lo que está ocurriendo es que los euros que se encuentran debajo simbolizan el negocio avaricioso que está detrás de la pesca y, lo que es peor de todo, que los peces han desaparecido de la inmensidad de los mares y que éstos se han empequeñecido, achicando el concepto de infinitud y empobreciendo el de la vida.

Es la hora de la tormenta para devolvernos al origen.

El ensamblaje de aluminio, hierro y esmalte, Questiò de porcentatge, exhibe la silueta de una persona a base de puntos marcados sobre una plancha. Desde el pecho hacia abajo su color es de un azul discontinuo y acuoso que parece inundar a la figura; por el contrario, desde el pecho hacia arriba el fondo es blanco. Encima de la cabeza lleva una especie de bozal o colador y, finalmente, desde ella brotan una sucesión de líneas paralelas muy apretadas que bajan en dirección al cuerpo azul anegándolo de una mancha de color negro que parece extenderse por toda la figura para terminar, probablemente, ocultándola en la oscuridad.

Ciertamente, el 60% del cuerpo humano-lo azul- es agua y de ahí que el artista se plantee cómo es posible, entonces, que estemos contaminando el agua y, con ella, nuestro propio organismo -la mancha negra-. Es más, se cuestiona lo absurdo de que nuestra propia cabeza, nuestras ideas y concepciones constituyan la fuente de aquello que va a conducirnos al desastre, a la oscuridad y a la muerte. Podríamos pensar que el bozal o colador está ahí para protegernos -como sugiere García Bel-, pero su entramado no parece que pueda salvaguardar nada, sino más bien todo lo contrario, que deje pasar la inmundicia.         

En el collage abstracto de cartón y pintura de La Tempestad´Hibris un dramático e impetuoso remolino de agua formada por una espiral de líneas y manchas de azul y blanco, entrecortadas y como rotas, deja en su centro un círculo abismal, sin fondo, oscuro y mortal. Mientras que, delante de todo ello y en la parte izquierda del collage, hay una serie de tiras entrecruzadas de color rojo intenso, de las que alguna de ellas asemeja una cadena.

En las tempestades -movidas, a su antojo y sin el control humano, por Poseidón y su hijo Tritón- el agua se arremolina violentamente y se rompe en mil pedazos, al tiempo que borbotean y espumajean salvajes burbujas y se forman remolinos que engullen a los barcos y a sus tripulantes, como si estos hubieran sido atraídos por el misterioso canto de las sirenas para conducirlos al fondo tenebroso del Hades, de la muerte. Por eso, en el frenesí de los elementos marinos desatados, la sangre se adueña del agua y se encadena a los acontecimientos y ala hybrisconjurada.       

El mar, objeto y sujeto.

Poseidón maneja, a su antojo, la tempestad y las aguas tranquilas, de modo que, tras sus órdenes, las olas y los vientos se remueven. Su hijo Tritón toca una caracola con tal fuerza que también calma o eleva las olas del mar y su sonido es tan terrible que los gigantes echan a volar.   Las sirenas, por su parte, esperan en la costa el paso de las naves y atraen a los marineros no con su belleza, sino con su misterioso y melodioso canto que los hechiza y fascina de tal modo que naufragan, olvidando su pasado terrenal y que van hacia una triste muerte.

Al presenciar esta magnífica exposición, coherente y llena de sentido ybien resuelta técnica y estéticamente, cabe preguntarse quiénes son hoy los dioses o las sirenas que están llamándonos con sus falsos cantos a naufragar y a acabar con nuestros mares, así como a olvidar lo que esto representa para la especie humana. Cabe también cuestionarse, como hace el propio artista, por qué el mar está tan presente en nuestra vida y, sin embargo, tan ausente en nuestra conciencia, cuando es el testigo evolutivo del planeta y de la humanidad y la huella de nuestro origen, así como el horizonte de libertad para muchos desesperados que buscan, por la propia naturalezamarina de potencia vital, mejorar sus condiciones existenciales. Pero, quizás, la enseñanza más honda de este artista es que el mar es objeto y reflejo de nuestra subjetividad, que con su destrucción nos aniquilamos, con su olvido nos perdemos y, en suma, que con su artificialidad nos deshumanizamos.


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